conmemorado el 09 de agosto.
Era un terrible dilema. Los Doce Apóstoles habían perdido uno de los suyos al poco tiempo de la Crucifixión de Cristo ─lo habían perdido debido a una acción traicionera y desastrosa que los había dejado entumecidos por el horror. El nombre del traicionero era Judas Iscariote, él fue quien guio a los soldados al lugar en que se encontraba el Salvador con el fin de que fuese arrestado. El traidor recibió treinta piezas de plata en recompensa por su acción calamitosa. Posteriormente, ese mismo día, Cristo entregó su vida en la cruz... y Judas vio lo que había hecho. Atrapado por la desesperación arrojó el dinero ensangrentado y se ahorcó; un acto nihilista de desesperación espiritual que probablemente lo condenó para siempre, al mismo tiempo que creó un lugar vacío en la mesa de los Doce Apóstoles Originales.
Cuando los once discípulos restantes se sentaron una vez más para reflexionar sobre su futuro, la primera tarea que enfrentaron fue la de llenar el espacio vacío en la mesa. ¿Quién tomaría el lugar que había pertenecido a Judas?
Luego de largas discusiones, los atribulados discípulos decidieron que dos fieles seguidores de Jesús estaban perfectamente calificados para ser el nuevo Apóstol número Doce: Matías, un joven serio y entusiasta de Belén en Palestina; y José, conocido como Barsabas (otras veces referido como “Justo”). Ambos eran excelentes candidatos para la posición: honestos, valientes, humildes y al mismo tiempo piadosos. ¿Pero quién de los dos era el más digno de recibir el nombramiento? Luego de discutir largamente este asunto los discípulos decidieron dejar que el Señor Dios decidiera sobre esto: “echarían suertes” con la finalidad de identificar al Apóstol número Doce.
Tal como se relata en los Hechos de los Apóstoles, la selección se inició con una oración al Señor pidiéndole su consejo: “Tú, Señor, que conoces les corazones, muestra a cuál de éstos dos escoges para ocupar el lugar de éste ministerio y el apostolado de que prevaricó Judas, para irse a su lugar. Y echaron suertes sobre ellos, y cayó la suerte sobre Matías, que quedó agregado a los doce Apóstoles” (Hch 1:24-26).
La suerte cayó sobre el devoto Matías, quien ya había sido escogido por los Originales Doce Apóstoles para ser parte de “Los Setenta” ─el mayor número de discípulos que habían recibido la misión de llevar el Santo Evangelio de Jesucristo hasta los confines de la tierra.
Matías, quien pertenecía a la tribu de Judá y que había estudiado las Sagradas Escrituras en Jerusalén con el Santo y Justo Simeón (también conocido como el “Recibidor de Dios”), estaba emocionado al saber de su elección. En los años previos, mientras seguía a Jesús alrededor de Galilea, Matías había sentido una gran admiración al haber presenciado los milagros y el poder sanador del Señor. Ahora se lo permitía unirse a los Santos Apóstoles y a servir al Santo Evangelio de Jesús por el resto de su vida. Luego de haber recibido el Espíritu Santo en Pentecostés con los otros Apóstoles, el entusiasta Matías sería enviado a proclamar la Buena Nueva con un gran gozo en su corazón. En los años siguientes proclamaría al mundo el amor que el Hijo de Dios tenía por todos los hombres y que la salvación que Su Eterno Amor había hecho posible se debía al sacrificio de la Crucifixión.
Matías narraría ésta extraordinaria historia a lo largo de Judea y en países tan lejanos como Etiopía, en donde arriesgó su vida frecuentemente en sus luchas contra los adoradores de ídolos quienes estaban bastante dispuestos a asesinarlo por sus creencias.
Una y otra vez el gentil y humilde Matías escapó de esos atentados en contra de su vida. En los parajes remotos y montañosos de la región de Macedonia (posteriormente parte de Turquía y ahora una región de Grecia) fue arrojado a prisión por los paganos y luego conminado a que desobedeciera su fe en Jesucristo. Cuando se negó a cumplir su pedido sus verdugos anunciaron el castigo: quemarían sus ojos con metal al rojo vivo. Pero justo en el momento en que sus captores se dirigieron hacia él con la finalidad de cumplir su amenaza sucedió un hecho extraordinario: El Santo, repentinamente, se volvió invisible y caminó por entre sus captores hacia la libertad, sin haber sido tocado por ellos.
Había sido un escape muy difícil. Sin embargo, ésta fue solo una de las múltiples ocasiones en las cuales Matías sería salvado de la muerte por la gracia de Dios Todopoderoso.
Durante otro encuentro cercano con el peligro, años después, fue capturado y sentenciado a muerte por envenenamiento: él bebería la poción y permanecería inmune, al mismo tiempo que curaba a otros prisioneros cristianos que habían quedado ciegos por causa del venenoso brebaje. Pero el destino final de Matías como Mártir de Cristo ya había sido escrito desde el principio de los tiempos y, cuando regresó a predicar nuevamente en Palestina, se encontró con su destino final. Arrestado por el Sumo Sacerdote Ananías ─el mismo clérigo corrupto que había asesinado a Santiago, el Hermano del Señor, arrojándolo desde el techo del templo de Jerusalén─ Matías fue arrastrado hasta la corte y culpado del peor crimen que se pueda imaginar: sedición contra los gobernantes Judíos de la Ciudad Santa.
Interrogado implacablemente por el Sanedrín se negó a abjurar de su fe por lo que rápidamente fue condenado a muerte. Una vez que la sentencia fue leída en la corte, Matías fue llevado a los terrenos de la prisión en donde fue lapidado hasta morir. Pero el hecho de asesinar a éste generoso y humilde hombre no fue suficiente para el Sumo Sacerdote ─quien también ordenó que cortaran su cabeza con un hacha con la finalidad de enviar un mensaje a los ocupantes Romanos de la ciudad. (Dado que decapitar a un traidor era el método Romano de castigo capital, el Sumo Sacerdote tenía la esperanza de mostrar a sus gobernantes colonizadores que Matías también había sido culpable de preparar una revuelta en contra de la autoridad de Roma).
El Santo Gran Mártir Matías murió en Jerusalén en el año 63 tras aceptar gozosamente su destino como el de uno que muere por Jesucristo. Su vida ha inspirado maravillosamente a los cristianos por cerca de 20 siglos, debido a que estaba lleno de gozo y satisfacción en el Señor. Seguramente, esta fue la razón por la cual “tuvo lugar” la elección de Matías en ese grandioso y glorioso día cuando fue elegido para ser uno de los Doce Originales. Su más grande triunfo fue que permaneció fiel ─desde el principio─ a la llamada de Jesús: “Sígueme.”
REFERENCIAS
La Ortodoxia es la Verdad. (2023). El Apóstol Matías. Atenas, Grecia: https://laortodoxiaeslaverdad.blogspot.com
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