Mi Poder Se Perfecciona En La Debilidad.
Padre Mateo el Pobre.
Traducción de Alan Eugene Aurioles Tapia.
«Bástate mi gracia; porque mi potencia en la flaqueza se perfecciona. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis flaquezas, porque habite en mí la potencia de Cristo.» (2 Corintios 12:9)
Querido Padre,
¡Paz de Dios a vuestro espíritu, amado mío! Saludos de Natividad aunados con alegría celestial en los cuales las voces de los cantores no se distinguen de aquellas de los ángeles. Ambos están absortos por idéntica visión, en la que el absoluto amor paternal de Dios, pleno de extraordinaria compasión y humildad, se encarnó en Jesús como don eterno a los hijos del hombre. En Él se revela la entera sabiduría y dispensación de Dios. He aquí, Cristo se ha convertido en el portador de la gloria del Padre y el destinatario de toda adoración a Dios. En Cristo se consuma el fin último de la creación, ya que en Él todo tuvo su principio (cfr. Jn 1:3).
Jesús comenzó Su vida en la tierra como un indefenso Infante, pero la culminó con la Resurrección de entre los muertos con todo poder. Ésto, para demostrar que Él es verdaderamente el Alfa y la Omega, principio y fin. Por tanto, en Él encontramos fortaleza en nuestra extrema debilidad y suma debilidad en nuestra fortaleza; porque Él porta, a la vez, fortaleza y humildad. Consiguientemente, Cristo cubre las debilidades de quienes se han revestido de Él y expone a quienes confían en sus propias habilidades.
El rey Herodes deseaba asesinar al niño Jesús; porque pensó que la impotencia de la infancia era una buena ocasión para blandir su necia espada. Empero, la debilidad de Dios jamás estará al alcance del brazo necio u opresivo del hombre, porque la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres. En cuanto a Satanás, fue vencido para siempre mediante la Cruz.
¡Nosotros, como humanos, somos débiles, sin importar cuán poderosos, tiránicos o severos seamos o aún cuán santos, justos o piadosos seamos! Mas el verdadero poder que permanece para siempre y del cual surge toda victoria proviene únicamente de Cristo a través de la gratuita gracia. Ésto sólo es posible cuando creemos en la veracidad de nuestra debilidad. Debemos perder toda esperanza de confiar en nuestro propio poder o en medios artificiales de éxito a través de nuestra mente, fortuna o astucia. Sólo entonces podremos aprovechar el ilimitado poder de Cristo que surge de Su divinidad.
Gracias a Dios porque nos ha llevado a la fuente de la debilidad humana para que podamos encararnos a nosotros mismos en realidad, para percatarnos de nuestra propia insignificancia y estar ciertos del poder de Dios. Nada resta sino aceptar nuestra debilidad para recibir el poder de Dios.
¡Hasta más ver!
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